LA CHOLA POTOSINA
RESGUARDADORA DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE POTOSI
Recuerdo aquellos años de mi niñez, cuan libre me sentía, caminando por doquier de las angostas calles de la ciudad de Potosí, unas asfaltadas, otras adoquinadas y otras simplemente de tierra y polvo; aunque no se me crea, en la década de los 50 y 60 (1950 a 1960), Potosí era una de las pocas ciudades en contar con asfaltado con entramado de fierros al estilo de los modernos pavimentos, que actualmente dominan a toda la ciudad. Desde mi primerísimo día de clases, tuve conciencia de los cambios sufridos en ella, recuerdo ese primer día de Kínder… me llevo…como toda mamá, mi mamá, quien me dejo en las puertas del Kínder Rafael Bustillo, ubicado en ese entonces en la calle Hoyos al lado de la Merced (actualmente funciona en ella el colegio particular John Kennedy, de fiscal a privado quien entiende?), y claro como ella supuso, que una vez transitado de ida por las calles, me sería fácil retornar a mi casa, pues no!!!... sería la emoción, o quesería, pero no pude retornar a mi casa.
En esos años, la ciudad tranquila, con alta confianza, con una seguridad propia de pueblo pequeño, permitía que todo el mundo, dejara ir a sus hijas e hijos completamente solos, desde el Kínder!!!, así que no se asombren, hubo!... esos tiempos; desde ese día empecé a tener referencias de cada cuadra, en la primera el carpintero, en la segunda el peluquero (fue él, quién me rapo para ir al cuartel, tiempo después), en la tercera la dulcera, en cuarta el Mercado Central, en la quinta la Casa de Moneda, la sexta la Plaza de armas, más que la plaza, la mejor referencia era el parque infantil situado al costado de esta (hoy desaparecido), luego el Boulevard, y finalmente el Kínder, para no volver a perderme.
El día que me perdí, no sabiendo que calle tomar, me acorde de la Biblioteca Municipal, situada, tras la Plaza de armas 10 de noviembre, en la angostísima calle Chuquisaca, va…, en realidad me acorde de mi abuela Filomena, la filito…o doña Filo, como todo el mundo la llamaba, una chola autentica potosina, de las que actualmente ya no existen, ella era la portera de la biblioteca, así que ahí me dirigí, a comunicarle que me perdí.
Mi abuela…yo siempre creí, que esa, era su casa, la cuidaba con un celo, más que cuidar, ella adoraba ese lugar, baldeando las gradas todas las mañanas sin importar que sea invierno y caiga nevada, en dicha temporada ella primero hacia hervir agua y con ella baldeaba; los pisos de madera reluciente, sagradamente lustrados cada fin de semana, subir y visitar esos ambientes, era como entrar a un lugar sacro, lleno de misterio, que acongojaba y a la vez alegraba a mi ser, eran aproximadamente 6 ambientes, en cada una de ellas unas 4 o 5 filas de armarios de 5 pisos, repletos de libros, limpios sin un ápice de polvo, de los cuales emanaban un olor profundo a papel maduro, a cuero tratado, similar a una bodega de vinos, claro que en ella se añejaban los libros, cuan mas antiguo mas apetecibles, en total abran habido entre unos 8000 a diez mil libros, de diferente editorial y de edición unos bastante antiguos y otros más modernos, los cuidaba tanto, como guardando un tesoro, y en realidad eso eran para Potosí.
Ella tenía entre otros atributos, la sazón de sus comidas, ah!...que deleite, secretos de sazón?, que yo sepa no los tenía, ya que muchas quisieron equipararla utilizando lo que ella utilizaba para sazonar sus comidas, pero nunca les salía igual, yo creo que hay personas que se llevan bien con los productos, y con la cocina, y naturalmente la comida se alía con ella, saliéndole única; ella sabía de eso, y como ingreso extra, preparaba sus sajra horas, o meriendas de media mañana, que los vendía a los funcionarios de la alcaldía, muchas veces habían muchos que se quedaban con las ganas, pues se acababa tempranamente, a mi, me hubiese gustado estar todos los días a esa hora, pero bueno era su negocio, y en el negocio los porcentajes por más pequeños que estos sean, cuentan, y quienes saborearon sus comidas con seguridad hasta ahora la extrañan.
Cuando la jubilaron, pobrecita, cuanto debió sufrir, dejar la que por unos 50 años, era como su casa, su trajín rutinario, la limpieza y cuidado de los libros.
Sus salidas a la calle, con su eterna manta y su sagrado sombrero de copa alta, quizá algún día abordada por algún fotógrafo, quien después imprimió no sé si cientos o miles, de ilustraciones en una agenda turística de todos los Departamentos de Bolivia, en la misma y en el turno correspondiente a Potosí, esta la fotografía que tengo como fondo en mi perfil de facebook, la misma que ha sido varias veces compartida y ha merecido algo así de cerca de 200 me gusta; mi mamá Alejandrina, cuenta con una revista, de la visita de la Reina Sofía de España a Potosí, en ella existe una fotografía, donde le está dando la mano a mi abuelita, no lo pongo en la red, debido a los prejuicios de estos tiempos de descolonización, la misma que con seguridad, ponerla generara quizá discriminaciones por montón.
Esta nota lo hice en agradecimiento a todas y todos, a quienes les gusto la fotografía de fondo, y respecto a la biblioteca municipal, hace 3 años lo visite, y esta se redujo a una mísera habitación, sus pisos crujientes de seco, viejo y sucio; donde habrán ido a parar, tan maravillosos libros, a veces la democracia nos trae a bribones e ignorantes que no cuidan de nuestros patrimonios.